sábado, 17 de mayo de 2014

Simbolismo en Bodas de sangre

La obra de Lorca es la obra de un autor total, es  decir, de un autor que quiere que la obra llegue al espectador a través de todos los sentidos, por eso es tan importante la música, el diseño, y por supuesto la simbología.

En este sentido, un fuerte simbolismo impregna Bodas de sangre. Desde los colores, sugeridos continuamente por el poeta, hasta la personificación de ciertos elementos míticos, una floración de símbolos acompaña el desarrollo de la acción.

Entre los símbolos que abordan la obra, nos centraremos en los siguientes: los colores, el caballo, el agua, el cuchillo y la luna.

El cromatismo de la obra arranca del amarillo del primer cuadro, que sugiere la plenitud de la cosecha y la maduración de las obsesiones de la Madre. El rosa de la vida que nace reviste las paredes de la casa de Leonardo; o las muchachas del acto III devanan una madeja roja como la sangre de los jóvenes que acaban de morir.

También encontramos simbolismo en el caballo que cruza vertiginoso y sediento. Se trata de la pasión desenfrenada del amante. El caballo es portador de la fatalidad. El caballo representa la masculinidad, la pasión; la pasión y muerte que confluyen en el bosque, a orillas del arroyo de la fertilidad imposible.


Fuente: www.culturandalucia.com

La Luna es un leñador, que tala la vida de los jóvenes, y su acólito, la Muerte, va vestida de mendiga de verde oscuro, por lo tanto son símbolos de muerte, violencia y sangre. La Luna también es el gran símbolo de la fertilidad, que preside la vida y la muerte, pues ordena los ciclos de la naturaleza.


Fuente: www.elmundo.com

En la obra se menciona la sangre, símbolo de vida humana, y el agua que alimenta los campos y significa fecundidad. Pero el agua con ramas es amor oscuro, agua prohibida, por lo que representa el peligro.

Por último, tenemos que destacar el símbolo del cuchillo. Es el instrumento del sacrificio: algo muy pequeño, pero que produce una gran destrucción.  La obsesión en toda la obra de Lorca por el cuchillo, la navaja y el puñal es bien conocida, y representa el símbolo de la fatalidad, de la muerte. Hasta tal punto este símbolo es importante que aparece en la primera escena de Bodas de sangre :

La Madre: La navaja, la navaja...Malditas sean todas y el bribón que las inventó.

En definitiva, se trata de una obra llena de símbolos, que representan, la mayoría de ellos, la dramaticidad de la obra.

GARCÍA LORCA, F. (1972), Obras completas, Ed. Aguilar, Madrid.



Don Álvaro o la fuerza del sino. Interpretación Jornada V





En la jornada V de la obra Don Álvaro o la fuerza del sino, nos encontramos con el trágico desenlace de la misma. En ella, Don Álvaro y el hermano pequeño de Doña Leonor, Don Alfonso, se enfrentan en un combate para llevar a cabo la venganza de los Calatrava.. En la pugna, Don Alfonso resulta herido, por lo que pide clemencia y confesión. En este sentido, Don Álvaro, llama a la ermita, donde cree que vive algún sacerdote o monje, sin embargo, de ella, sale Leonor, por lo que Don Alfonso imagina una intriga amorosa entre ambos y decide apuñalarla antes de morir. Llegando al extremo de la desesperación, Don Álvaro se precipita desde un peñasco, reconociéndose "presa infeliz del demonio".

Este final es muy característico, ya que durante la obra, el duque de Rivas caracterizó Don Álvaro como cristiano y creyente, como se puede observar en numerosas escenas a lo largo de la obra, ya que se dirige a menudo a Dios y le suplica.

Se trataría de un cristiano que, a pesar de su fe, peca de orgullo y violencia, ya que es víctima de una fatalidad, de un sino metafísico o divino, ya que en muchos episodios, concluidos en violencia y muerte, Don Álvaro actúa sin proponérselo, como medio de disolución.

Esta religiosidad está marcada sobre todo en la última jornada ya que se representa a Don Álvaro como a un fraile, por lo que el contraste con el final es más efectista. Es en esta jornada donde ya se le caracteriza a Don Álvaro con rasgos satánicos cuando es acosado por Don Alfonso para llevar a cabo la lucha.

Aplastado por todas estas tentaciones, poco a poco se va rindiendo, después de reconocerse "presa infeliz del demonio", por lo que acaba por identificarse como un "demonio exterminador". En este sentido, podríamos decir que se trataría de un proceso gradual que Don Álvaro va adquiriendo al caer en el pecado. 


Así pues, se marca el influjo del santanismo en la obra, pero de una manera más sutil, ya que el duque de Rivas no representa a un diablo disfrazado en la obra, sino a un ser humano, que arrastrado por las pasiones, los pecados y la fatalidad, se convierte en un "demonio exterminador", pues va acabando con las vidas que se le cruzan por delante.



Fuente: dialnet.unirioja.es




Versión del colegio García Flamenco. El Salvador
Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=LK0nHshHaMM



Don Álvaro o la fuerza del sino (1835), de Ángel Saavedra, Duque de Rivas.


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lunes, 12 de mayo de 2014

Monólogo de Don Álvaro. Jornada III


En la escena III de la Jornada III, nos encontramos con un monólogo de Don Álvaro en el que expresa sus sentimientos. 
En este sentido, Don Álvaro expresa su visión de la vida, un tanto pesimista porque su vida sin Doña Leonor no tiene sentido. Por este motivo, decide huir a Italia, a la guerra, en busca de la muerte pues cuánto más desdichado e infeliz es, su vida transcurre de forma lenta, amarga y dura:

"¡Qué eternidad tan horrible
la breve vida! Este mundo,
¡qué calabozo profundo
para el hombre desdichado
a quien mira el cielo airado
con su ceño furibundo!
Parece, sí, que a medida
que es más dura y más amarga,
más extiende, más alarga
el destino nuestra vida.

Así mismo, destaca que solo ha sido feliz un día, pero que debería haber muerto para no soportar la desdicha y sufrimiento que ahora mismo siente. Hasta tal punto es tan grande este dolor que se atormenta con tan solo pensar en Sevilla, en Guadalquivir, en aquella noche trágica en la que el destino traicionó su suerte; aquella noche en la que tuvo que huir dejando a su amada para siempre:

¡Sevilla! ¡Guadalquivir!
¡Cuál atormentáis mi mente!
¡Noche en que vi de repente
mis breves dichas de huir!...

Este sentimiento de culpa, arrepentimiento y dolor aumenta todavía más con la supuesta muerte de Doña Leonor, pues Don Álvaro cree que ha muerto y por eso se dirige a ella para pedirle sepultura:

"Socórreme, mi Leonor,,
gala del suelo andaluz,
que ya eres ángel de luz
junto al trono del Señor.
Mírame desde tu altura
sin nombre en extraña tierra,,
empeñado en una guerra
por ganar mi sepultura."

Por último, el monólogo de Don Álvaro termina con una serie de preguntas retóricas que marcan su desdicha por no hallar la muerte, pues piensa que le falta valor para aguantar y resistir el dolor y el sufrimiento que le produce la vida.

Una vez que el monólogo de Don Álvaro finaliza, este salva a Don Félix de Avendaña (Don Carlos) de una pelea, por lo que mantienen una conversación y deciden luchar juntos en la guerra.

En el combate, don Fadrique de Herreros, que es en realidad Don Álvaro, resulta herido y en uno de sus delirios pronuncia el nombre de Calatrava, por lo que Don Carlos empieza a sospechar sobre la identidad del herido.

Don Álvaro, creyendo que iba a morir, le pide a don Carlos que queme unos papeles que se encuentran en una caja bajo llave dentro de su maleta. Este acepta y decide rebuscar en la maleta alguna pista que le confirme la verdadera identidad de su amigo. En este punto, don Carlos encuentra un retrato de su hermana Leonor, por lo que las dudas quedan disipadas.

Una vez que don Carlos descubre la identidad de don Álvaro, sufre un duelo interior, pues tiene que dar muerte a la persona que le ha salvado la vida, tema muy característico en el teatro romántico, debido a la gran importancia del respeto y del valor. Sin embargo, quiere que se recupere de su herida para ser él, el que ponga fin a la vida de Don Álvaro y de su hermana Leonor.


Don Álvaro o la fuerza del sino (1835), de Ángel Saavedra, Duque de Rivas.